lunes, 29 de agosto de 2016

¿QUÉ DEJAMOS DE VER CUANDO MIRAMOS A OTRO LADO?

Gracias a IU Carmona por contar con nosotr@s para su primer número de El Postigo.

Se puede descargar la edición digital en: https://drive.google.com/file/d/0B1aXQj9Lq0-MWEZGbUZyLWEwdVE/view 



"Si eres neutral en situaciones de injusticia, has elegido el lado del opresor"
Desmond Tutu

Juliana tiene unos ojos azules parecidos al cielo de verano. Un día, cuando era niña, a su padre lo secuestraron. Lo encerraron en una casa que hizo las veces de cárcel con unos treinta hombres más. Durante tres días estuvo en ese centro, donde sólo permitieron a la familia llevarle comida y abrigo. Hasta una noche, cuando dijeron a la madre de Juliana “hoy no le va a hacer falta más comida”. Ya de madrugada notaron un ruido en la ventana y vieron como caía al suelo una cartera con dinero. Años más tarde su madre le contó que vio cómo su padre iba atado con otros hombres, en filas de a dos, mientras se alejaban del pueblo. Él la miraba.
No volvieron a saber de él. Juliana sólo sabe que la madre dejaba todas las noches las ventanas abiertas; que a partir de ese día no tuvieron qué comer y se vieron obligados a ir a la ciudad, donde su madre servía a mujeres ricas y sus hijos comían de las sobras que les daban.
En casi ochenta años no volvió a pisar ese pueblo. Cuando ya era mayor, se enteró de que, en la fecha de la desaparición de su padre, a las mujeres como su madre que quedaban solas se las obligaba a dejar abiertas las ventanas, para el que quisiera “hacer uso” de ellas.
No se atrevió a volver a esas calles. Sufrió de pesadillas, culpabilidad, de un miedo inexplicable a todo, de un silencio aterrador que escondía sus ideas políticas, las de su familia, sus recuerdos y todo de lo que, en esas décadas, habían conseguido que se avergonzara: de ella misma.
Muchas personas, si les digo que es una historia real, sentirán empatía y sufrirán con ello. Pero algunas de ellas, cuando sepan que es una de las vidas machacadas por el franquismo, mirarán a otro lado y utilizarán frases creadas en época de la dictadura que aún se usan: “era una guerra”, “reabrir heridas”, “algo habrán hecho”, etc.
Si estamos en contra de las injusticias, estos alegatos deberían estar fuera de lugar. Qué sabía esta niña de guerras, bandos… Qué ha hecho esta mujer actualmente para que, por el mero hecho de ser víctima, muchos la critiquen o etiqueten. Si estamos en contra de las injusticias, vayamos todos a una y no pongamos en tela de juicio qué son violaciones de los derechos humanos, y hagamos lo posible para repararlas. Recordemos que, durante casi cuatro décadas, algunas personas de las que cayeron en la guerra, sí fueron reparadas: homenajeados, con calles, honores… y sus familias vivieron con la ayuda y el apoyo de toda una sociedad. Otras fueron represaliadas durante cuatro décadas, y puestas en duda durante otras tantas (recuerdo un nieto, con apenas cincuenta años, que, con lágrimas en los ojos, me repetía “es la primera vez que me escuchan”). Si estamos en contra de las injusticias, busquemos formas de hacer justicia donde no la hay ni la hubo. Sin límites de tiempo. Quizá haya que recordar a algunas personas que, si estamos en contra de las injusticias, esto no es incompatible con pedir sueldos más dignos, vivienda para todos o una buena educación. Una sociedad mejor se construye trabajando para mejorar las condiciones de la ciudadanía, sin distinciones. Si, todos a una, hubiéramos trabajado por ello, hoy día no existiría el término “memoria histórica”.

“Si tú la estiras por aquí y yo la estiro por allá, pronto caerá”

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